Via El Confidencial.
Autor: Nando Cruz
"Si tengo que hacer la devolución de las entradas pasado mañana, en 15 días y a todo el mundo, no podemos. No tenemos ese dinero ahora mismo. Nos tienen que dar un margen, como hacen en el resto de países. O nos lo dejan devolver en un plazo más largo del que están planteando ahora mismo, de cara al siguiente año, a la próxima edición de los festivales de música, o muchos festivales no van a durar nada porque van a caer en quiebra. Y si caen en quiebra, no devuelven nada" (Javier Arnáiz, director del Mad Cool).
Los nervios están a flor de piel y así se expresaba el director de este macrofestival madrileño en el Music Fest Meeting, un encuentro virtual de promotores de festivales españoles. Era un foro profesional, pero su diagnóstico buscaba el mayor eco. “Esto es una realidad y lo tiene que saber la gente. Lo tiene que saber el público y lo tiene que saber el Gobierno”, clamaba. Decenas de festivales ya han cancelado su edición de 2020, pero muchos aún no han dado ese paso y su silencio está enervando a los espectadores. Los festivales piden paciencia al público mientras reclaman al ministerio que les cubra las espaldas.
Todos los promotores esperan que el Gobierno decrete de una vez la cancelación de todos los eventos musicales de gran formato por causa de fuerza mayor. Sería una decisión bien lógica, dado el panorama actual, pero como lamentaba el lunes la presidenta de la Asociación de Festivales de Música (FMA), Patricia Gabeiras, en otro foro virtual organizado, en este caso, por el festival sevillano Monkey Week, si el Gobierno está retrasando el anuncio de esta medida inevitable es “porque la cultura está fuera de la agenda política”. Aun así, los festivales no solo piden la cancelación por causa de fuerza mayor. Quieren medidas que la acompañen, y la más urgente es poder retornar las entradas anticipadas lo más tarde posible y reconvertirlas en bonos para otros eventos.
"Si tengo que hacer la devolución de las entradas pasado mañana, en 15 días y a todo el mundo, no podemos. No tenemos ese dinero ahora mismo. Nos tienen que dar un margen, como hacen en el resto de países. O nos lo dejan devolver en un plazo más largo del que están planteando ahora mismo, de cara al siguiente año, a la próxima edición de los festivales de música, o muchos festivales no van a durar nada porque van a caer en quiebra. Y si caen en quiebra, no devuelven nada" (Javier Arnáiz, director del Mad Cool).
Los nervios están a flor de piel y así se expresaba el director de este macrofestival madrileño en el Music Fest Meeting, un encuentro virtual de promotores de festivales españoles. Era un foro profesional, pero su diagnóstico buscaba el mayor eco. “Esto es una realidad y lo tiene que saber la gente. Lo tiene que saber el público y lo tiene que saber el Gobierno”, clamaba. Decenas de festivales ya han cancelado su edición de 2020, pero muchos aún no han dado ese paso y su silencio está enervando a los espectadores. Los festivales piden paciencia al público mientras reclaman al ministerio que les cubra las espaldas.
Todos los promotores esperan que el Gobierno decrete de una vez la cancelación de todos los eventos musicales de gran formato por causa de fuerza mayor. Sería una decisión bien lógica, dado el panorama actual, pero como lamentaba el lunes la presidenta de la Asociación de Festivales de Música (FMA), Patricia Gabeiras, en otro foro virtual organizado, en este caso, por el festival sevillano Monkey Week, si el Gobierno está retrasando el anuncio de esta medida inevitable es “porque la cultura está fuera de la agenda política”. Aun así, los festivales no solo piden la cancelación por causa de fuerza mayor. Quieren medidas que la acompañen, y la más urgente es poder retornar las entradas anticipadas lo más tarde posible y reconvertirlas en bonos para otros eventos.
La medida más urgente sería retornar las entradas anticipadas lo más tarde posible y reconvertirlas en bonos para otros eventos
La ley española marca que el organizador de un evento cancelado debe retornar el importe de las entradas en un plazo de 14 días. Esta es la verdadera razón por la que muchos festivales se resisten a cancelar. El 31 de marzo se abrió la posibilidad de prolongar esta devolución a 60 días gracias el artículo 36 de la sección 3 del Real Decreto-Ley 11/2020 promulgado por el Gobierno. Es un parche más pensado para otro tipo de negocios como gimnasios y agencias de viajes, pero dos meses son un margen insuficiente para reprogramar un festival de periodicidad anual. También son insuficientes para encajar el golpe económico que les supondría tener que devolver el importe de decenas de miles de entradas tras la cancelación de cientos de festivales y miles de conciertos.
El ansiado 'voucher'
En otros países de Europa ya funciona un sistema de 'vouchers' que permite a los promotores ofrecer al cliente un bono por el importe que pagó por su entrada anticipada y que podrá gastar en futuros eventos. Un 'voucher' por un año sería una muy buena noticia para el sector. Es, por así decirlo, la única que esperan oír del ministro de Cultura los promotores de festivales y conciertos. La propuesta de los festivales a su público sería la que resumió la presidenta de la FMA de forma muy gráfica en el foro virtual del lunes: “Se ha suspendido este evento, pero te ofrezco este otro o, si no, la recuperación de la entrada”.
El otro escollo a resolver sería el plazo de tiempo que determine la nueva ley para devolver la entrada a la gente que no quiera cambiar el importe de su tique por ningún bono: la que quiere recuperar su dinero cuanto antes. Y ahí, los festivales persiguen el margen más amplio posible. “El mensaje que queremos transmitir es que queremos celebrar los eventos y devolver el dinero”, insiste el sector. Pero no es menos cierto que el plazo de devolución de esas entradas determinará la supervivencia de muchos festivales. Cuanto más flexible sea el margen de devolución, mejor para los festivales. Y con ese objetivo, presionan como colectivo al Ministerio de Cultura y al de Consumo. Esas entradas se han convertido en el cojín que facilitaría la supervivencia de sus negocios.
Llegados a este punto, habrá que ver cómo reaccionaría el público. Porque más allá de lo que dicte el Gobierno, aquí está en juego la relación del público con su festival favorito. La afección y confianza que haya generado cada cual serán cruciales para superar la situación. Ningún festival quiere jugarse todo el prestigio ganado con una decisión que irrite a su público. Por otro lado, canjear la entrada de un concierto de Alicia Keys de 2020 por otro de Alicia Keys en 2021 no parece tan mala idea. Canjear la de un festival de 2020 por su edición de 2021 será buena idea en función de los grupos que toquen en 2021. Y hoy por hoy, aún nadie puede afirmar que celebrará su festival en 2021. ¿Con qué reducción de aforo sería viable un festival? ¿Qué coste adicional tendría que asumir en medidas de seguridad anticontagio? ¿Cuántas estrellas internacionales estarían dispuestas a venir a España? ¿Y cuánto público extranjero?
Primavera Sound es uno de los pocos festivales que, en una rápida maniobra, aplazó su edición al último fin de semana de agosto. En el momento en que anunció la fecha, empezó a recibir quejas de espectadores, principalmente extranjeros, que querían que se les devolviera el dinero. Todas las respuestas del festival hablaban de “buscar alternativas”. Un término ambiguo que aún irritó más a las personas que no quieren o no pueden viajar a España en agosto.
El Gobierno tiene como principal interlocutor un sector de gran potencial económico, actualmente en la cuerda floja
El Gobierno tiene la obligación de proteger al consumidor y velar por sus derechos. Pero, por otro lado, tiene como principal interlocutor en este asunto un sector de gran potencial económico y actualmente en la cuerda floja. El gremio festivalero esperaba ansioso la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del martes, pero no se habló de cancelación por fuerza mayor, de bonos ni de plazos de devolución de entradas. Fuentes ministeriales informan que está previsto que el 5 de mayo sí se anuncie el lote de medidas que afectarán al sector cultural. En caso de retrasarse aún más la reacción del Gobierno, nos plantaríamos a apenas un mes de las primeras grandes citas de la temporada.
A los promotores de conciertos y festivales no les queda otra que esperar. Unos, como Sónar, guardan silencio desde hace mes y medio. Otros, como Resurrection Fest, explican la situación y apelan a la compresión de su público. Y otros, como Sonorama, echan mano de los artistas y apelan al 'marketing'. La Asociación de Promotores Musicales, viendo que el cronómetro sigue corriendo, presiona un poco más con otro comunicado de protesta que advierte: “La inacción del Gobierno pone en peligro la continuidad de los festivales, conciertos y giras que han dado prestigio internacional a la marca España”.
Se acerca la fecha límite
El aplazamiento del Primavera Sound a finales de agosto y del Viña Rock a mediados de octubre sitúa la fecha de arranque de los grandes festivales a mediados de junio, cuando coincidirían en una misma semana el Sonar barcelonés, el Azkena Rock vasco, el gallego O Son do Caminho, el Reggaeton Beach Festival de Oropesa y la Primavera Trompetera de Jerez de la Frontera. En realidad, este último evento tendría que haberse celebrado a mediados de abril, pero se trasladó a junio en una maniobra de urgencia que hoy parece haber sido inútil.
Y esa tercera semana de junio con grandes citas es solo la punta del iceberg de un sector que en los últimos años ha crecido sin freno. Ya en mayo hay programados eventos de música surf y de electrónica, de blues y de ritmos urbanos, en Aranjuez y en Portugalete, en Zamora y en Jaén. No debe haber comunidad autónoma que no acoja esta primavera una docena de festivales. Y ya están al caer ciclos de conciertos como las Noches del Botánico (Madrid), el Festival Jardins de Pedralbes (Barcelona) y el Festival de les Arts (Valencia).
El de los festivales ha sido un modelo de negocio desorbitado y más cercano de lo que parece a la especulación bursátil
Cada cual en su liga y según su concepto de riesgo, muchísimos festivales han operado durante años bajo la lógica de la subasta que impusieron en su día las agencias de contratación: pagar lo máximo para tener a los artistas más deseados. Algunos viven incluso obsesionados con la máxima del ‘cuanto más escenarios y más grupos, mejor’. Es un modelo de negocio desorbitado y más cercano de lo que parece a la especulación bursátil, ya que lo que se compra, los cachés de los artistas, no tiene valor fijo. Aquel panorama de abundancia y despilfarro ha quedado congelado y ahora emerge otra realidad: la de decenas y decenas de empresas al límite de la quiebra que hoy piden ayuda al Estado.
Los ingresos se han paralizado. Es el modelo que escogieron estas empresas: trabajar todo el año para recoger beneficios en tres días. Pero la venta de entradas se frenó hace meses. Los patrocinadores, al no celebrarse los festivales, retiran sus aportaciones. Y aún falta ver cuántas subvenciones se mantienen considerando que, si algunos festivales no reflotan en 2021, serían a fondo perdido. Dinero público para suavizar la quiebra de empresas privadas.
El escenario es de auténtica pesadilla. Los teléfonos arden. Las videollamadas se acumulan. Todo debería dilucidarse el 5 de mayo. En principio.
(Fuente)
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